Hace unas semanas murió mi abuela… Desde entonces he estado uniendo pedacitos de mi corazón desperdigado y tejiendo el sentido del linaje materno en mi propia historia. Existe un sinfín de terapias y rituales destinados a sanar relaciones familiares e integrar los regalos y los desafíos que nos entregan nuestros ancestros : pero cuando hablamos de nuestras abuelas estas huellas son cuerpo.
Las abuelas maternas tienen un lugar especial en nuestra conformación orgánica y fisiológica. Cuando nuestras abuelas se encontraban gestando a nuestras madres, ya nosotras existíamos como una célula al interior de los ovarios rudimentarios del feto materno
Esta célula de la que venimos se llama ovocito y se encuentra dentro de una estructura conocida como folículo. Muchos años después este ovocito se convertirá en óvulo y será fecundado por un espermatozoide con material genético de nuestro padre.
La salud física y emocional de nuestra abuela impactó el desarrollo ovárico y hormonal de nuestra madre durante el período embrionario. Impactó, asimismo, la formación de los folículos primordiales de donde años después salió una mitad de nosotras.
Lo mismo pasó con nuestra madre: sus vivencias personales, su ánimo, su estrés, sus patologías o sus deficiencias impactaron nuestro desarrollo reproductivo que inició un par de meses después de nuestra concepción.
Esta relación abuela-madre-hija es cuerpo, es emoción, es experiencia…
Desbalances hormonales, patologías del ciclo, disfunciones ováricas, además de heridas y ventajas emocionales podrían ser comprendidos desde otra perspectiva si atendiéramos la relevancia de esta transmisión orgánica dentro del linaje materno y aprendiéramos a cuidar desde YA nuestra propia descendencia.